El extranjero by Richard Sennett

El extranjero by Richard Sennett

autor:Richard Sennett [Sennett, Richard]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Ciencias sociales
editor: ePubLibre
publicado: 2011-04-01T04:00:00+00:00


Un cambio en el exilio

Si fuéramos capaces de recorrer las calles del París de la juventud de Manet —las calles comprendidas entre la Rue de Rivoli y el Boulevard SaintMichel de norte a sur, y entre lo que son hoy los puentes de Saint-Michel y Carrousel de este a oeste— veríamos que el método de pintura de Manet plasmaba en la tela una escena de la vida real.

Esta sección de París contenía una multitud de extranjeros mezclados entre los estudiantes de las facultades de bellas artes, medicina y derecho de la Universidad de París. El contingente mayor y más antiguo estaba formado por centroeuropeos, polacos y bohemios que habían sido desplazados de forma permanente de sus respectivos países en la década de 1830. En la década siguiente llegaron a esta zona de la ciudad los emigrados políticos italianos, a los que en 1846 se unió un contingente de griegos. La mayoría estaba en París por razones políticas; muchos de ellos eran intelectuales, aunque entre los griegos había un gran número de marineros que habían sido capturados una generación antes, durante la guerra de Independencia.

Podríamos concebir ese mundo como un mundo premoderno de extranjeros. Los parisinos idealizaron la resistencia que en otros lugares oponían los burgueses locales a la explotación de la aristocracia y la realeza. Aunque los franceses no son en general particularmente accesibles para los forasteros, recibieron con simpatía a polacos y griegos; las revueltas en esos dos países se percibían más como revoluciones de la clase media que como revueltas de los pobres. Durante la década de 1830, las universidades de Francia estuvieron abiertas a los extranjeros y se produjo la primera codificación moderna del derecho de asilo político (según la cual un individuo puede solicitar este estatus a través de una tramitación estatal establecida, sin tener que suplicarlo como favor a un gobernante). En estas condiciones, los emigrantes de las décadas de 1830 y 1840 trataron de movilizar a los parisinos a favor de sus diversas causas, con la esperanza de obtener dinero y presionar a la opinión pública para que impulsara a la acción al gobierno francés. Hoy se conoce el lado elegante de esos esfuerzos, como la música que Chopin escribía a modo de pièces d’occasion para conciertos de beneficencia, pero había también una adhesión más popular del público, como el proselitismo que los marineros griegos hacían entre los estibadores y los transportistas de los quais del Sena en busca de ayuda, y con tal fortuna que en los muelles se usaba la ropa de trabajo griega como señal de solidaridad. Además, la policía de París, en general, daba su aprobación, pensando que los intereses extranjeros desviarían a los trabajadores franceses de sus motivos locales de descontento, desviación que, con respecto al proletariado parisino, se había conseguido efectivamente durante las guerras napoleónicas.

Era, pues, curiosa la situación de esta nación xenófoba que encontraba atractivos a los extranjeros perseguidos, pero que era también un escenario de consecuencias históricas, pues fue en París donde resultaron por primera vez



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